Desde que se transfirió a la Escuela Preparatoria Nimitz en el otoño de 2015, Sara Escobar y sus padres han vivido en más de siete diferentes lugares – apartamentos deteriorados, moteles, un albergue, una casa vieja que le pertenece a una amistad. Habiendo tenido hogares pasajeros la mayoría de su vida, existe solo una meta que la estudiante salutatorian de Nimitz del 2019 espera cumplir.
“Quiero una casa bonita”, ella dice. “Pero, no quiero una mansión de por sí. Simplemente no quiero deambular de un lugar a otro. Pero más que eso, quiero estabilidad financiera. No quiero estar apenas sobreviviendo”.
Durante la mayoría de sus años en la primaria, Sara y sus padres vivían en ático de la casa de una amistad.
“No había mucho espacio, y durante el verano, estábamos viviendo en la parte más calurosa de la casa”, dice ella.
En la escuela secundaria, la familia se mudó dos veces, y cuando Sara estaba en la preparatoria, se quedaron en un lugar la mayoría de su primer año. Pero antes de acabar el año, la familia comenzó a mudarse con más frecuencia – una vez cada cuatro a cinco meses.
“Mis padres tenían dificultades alquilando un apartamento y encontrando trabajo porque ambos tienen delitos graves en sus antecedentes”, ella dice. “Siempre pasaba que únicamente uno de mis padres tenía empleo así que obviamente eso limitaba nuestro ingreso. Teníamos que considerar el presupuesto, y los lugares que nos permitían alquilar. Irving es muy estricto en cuanto a quien dejan alquilar sus apartamentos. Pero tratamos de quedarnos en Irving porque [mis padres] querían que permaneciera en la misma escuela los cuatro años. Así que tuvimos que comenzar a mudarnos de un lugar a otro.
“Y a finales del 2017, nos quedamos sin hogar”.
La familia se quedó viviendo dentro de una camioneta por unos meses durante las fiestas.
“Esa fue tal vez la [situación] más difícil”, dice Sara. “Parecía que estábamos en los peores lugares durante las fiestas de Acción de Gracias y Navidad”.
También pasaron como cuatro meses en el albergue del Salvation Army en el centro de Dallas.
“Estábamos bajo un techo y era un lugar donde nos podíamos bañar – y estaba agradecida por eso”, ella dice. “Pero había de todo allí. No despertaban cada mañana a las 4:30 a.m. y tenía que tomar el autobús o el tren desde el centro de Dallas hasta Nimitz. Estaba tan agotada durante esos meses. Sentía como si no estaba durmiendo para nada”.
Durante el último año, la familia se quedó en moteles.
“Era muy difícil”, dice. “A veces me enfadaba. Pensaba, ‘esto no es justo. No me merezco esto.’ Pero al final del día no había verdaderamente nada que podía hacer. Tuve que pensar a largo plazo y en vez enfocarme sobre qué podría hacer para cambiar mi situación”.
Así que se enfocó en sus estudios.
“Mis padres siempre me inculcaban que la educación iba a ser mi única salida de esta situación”, ella dice. “No tengo otros talentos. No soy buena para otra cosa más que para la escuela. Y mi situación no es una excusa para no lograr mis metas”.
Y nunca la usó como eso. De hecho, hasta que ella dio su discurso en la ceremonia de graduación en junio, solo unas cuantas personas sabían de su situación.
“No quería ser la pobrecita de Sara que le está pasado esto a su familia”, ella dice. “No quería ser esa persona para todos en la escuela ni para todos mis maestros. Solo traté de superarlo. Eso fue duro también – mantenerlo todo adentro y la gente no saber lo que yo estaba pasando. Pero aun así no quería que otros supieran. Era un poco vergonzoso también. Todos los demás van a su casa, y tienen una vida normal”.
El siguiente mes, ella estará empacando sus cosas una vez más. Esta vez, para embarcar a la Universidad de Texas en Austin, donde estudiará biología con aspiraciones de ser una dentista.
“Ciencias es una de mis peores materias”, ella dice con una risa. “Siempre me ha fascinado; solo que no soy muy buena para eso. Probablemente reprobé la mayoría de las pruebas de biología, pero esa será mi especialización en la universidad”.
En su auténtica forma, no permitirá que sus circunstancias definan su trayectoria. En vez, buscará la manera de superar las dificultades y finalmente ganarse las llaves de su hogar permanente.
“En verdad, ella es buena para la biología”, indica su maestra Bibiana Mendez. “Yo soy rigorosa en mis calificaciones, pero ella aceptó el reto y está bien preparada para sus cursos universitarios. Es una joven excepcional y sé qué hará grandes cosas en su futuro. También hice que me prometiera que me va a invitar a su graduación de la universidad, a su boda y que le ponga un nombre concepto biológico a su primer bebé”.
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La fundación Irving Schools Foundation ha creado un fondo de contribución para Sara. Todas las donaciones se pagarán directamente la escuela de Sara, la Universidad de Texas en Austin. Para donar haga clic aquí – http://weblink.donorperfect.com/saraescobar.