Traducción al español por Dinorah Peña-Durán

 

#1. Escoge un lugar de trabajo que te permita hacer tu mejor trabajo.

Esta es una de las cuatro reglas que verá escritas en un pizarrón al entrar en el salón de clases de Amelia Severns. La profesora de tercer grado de la Escuela Primaria Johnston es una de las muchas que practican la nueva y fenomenal estrategia de los asientos flexibles. Aunque la idea ha existido ya por un tiempo, esta tendencia popular está llegando gradualmente a más salones año tras año. Si le preguntas a muchos educadores de todo el país,  el escritorio tradicional y la silla de cuatro patas se está convirtiendo en cosa del pasado – un cambio que con mucho gusto acogen.

Desde cajas de madera con cojines y sillas mecedoras, hasta taburetes y pelotas inflables, los estudiantes de la maestra Severns están aprendiendo en movimiento. “Mi intención fue la de crear un ambiente cómodo en el salón que ayudara a mis estudiantes a tener éxito y disfrutar del aprendizaje”, dice Severns. Aunque algunos podrán ver este como un salón de clases algo loco, hay un método detrás de esta locura aparente. “He notado absolutamente un impacto positivo en los estudiantes”, afirma Severns. “Su concentración es uno de ellos.”

A unas cuantas puertas de ahí, Marie Corral, colega de la maestra Severns, está viendo los mismos resultados en su clase. “Puede sonar tonto, pero realmente ayuda a fomentar la atención, confianza y el sentido de comunidad”, añade Corral, quien incorporó el sistema de asientos flexibles hace más de tres años. “Experimenté con cajas de madera primero. Después, bajé la altura a los escritorios.” Al bajar las patas de los escritorios, Corral creó otra opción donde los estudiantes pueden trabajar sentados en cojines de piso. “En mi clase, los estudiantes eligen un nuevo asiento todos los días”.

La elección de los estudiantes en asientos flexibles es algo que estas dos maestras de la primaria Johnston se entusiasman al compartir. “Permite a los estudiantes tener el control y tomar decisiones por sí mismos”, dice Severns. “Se sienten empoderados y también aprenden a abogar por sus propios deseos y necesidades. Tengo una estudiante que descubrió que no le gusta trabajar en la bola inflable”, menciona Corral. “Cada vez que se sienta en esa estación, cambia la pelota por una silla tradicional sin preguntar. En ese momento, ella toma medidas independientes para sentirse cómoda y exitosa en su trabajo”.

Tiffany Vinson, una maestra de quinto grado en la Escuela Primaria John Haley, puede dar testimonio sobre esto. Vinson recuerda a un estudiante con una condición peculiar de aprendizaje que, gracias a un entorno de clase donde no existen límites de espacio, de manera auto-suficiente encontraba el mejor lugar para trabajar. “Él elige sentarse donde está menos distraído. Cuando se siente inquieto, rebota en la pelota para ayudarse a sí mismo a concentrarse”. También ha visto el beneficio llegar a los estudiantes a nivel personal. Mientras experimentaba cambios en su casa, otro estudiante le dijo una vez a Vinson que este estilo de asiento le ayudó a sentirse relajado durante un tiempo estresante.

En el salón de la maestra Vinson, el ritmo y la cultura de camaradería es tangible, en parte porque este grupo particular de estudiantes han estado juntos durante dos años. Empezando por ella en cuarto grado y ahora en quinto, sus estudiantes se han acostumbrado mucho a los asientos flexibles. Desde una disminución en las llegadas tarde, hasta el ejemplo de buen comportamiento para mantener este privilegio, los estudiantes están totalmente comprometidos con esta estrategia. “Si están cómodos y felices, quieren trabajar y seguir las instrucciones que una les da”, dice a dos pies de distancia de un estudiante sentado de rodillas, rebotando arriba y abajo sobre una pelota de goma. Lo que no se puede ver es que este mismo estudiante está teniendo una discusión con su compañero acerca de la tarea, totalmente enfocado a pesar de que su cuerpo se está moviendo.

Para Sandra Plascensia de la Escuela Primaria John Haley, la decisión de incorporar la tendencia fue fácil de tomar. “Los estudiantes están sentados más de la mitad del tiempo que están en la escuela”, dice la maestra de segundo grado. El año pasado, Plascensia alcanzó su objetivo de recaudación de fondos después de crear un proyecto en la popular plataforma de donación DonorsChoose. Los fondos, que ella recaudó en cinco días gracias a familiares y amigos, ayudaron a comprar 17 asientos para implementar nuevos asientos en su salón de clases. Es un proyecto en el que ella ha estado trabajando durante los últimos dos años. ¿Por qué? Al igual que sus colegas, piensa que la clave aquí es el ambiente—este sistema no solo impacta positivamente a los estudiantes, si no sino también a los maestros.

“Quiero ir a trabajar todos los días y no sentir que estoy en el trabajo”, explica Kelsey Staudenecker, maestra de quinto grado de la Escuela Primaria Brandenburg. Para ella, la motivación detrás de la transformación de su salón era crear una emoción que ella y sus estudiantes pudieran compartir juntos. Con un tepee de tamaño natural ubicado en la esquina, ella ya está mirando hacia adelante con más ideas en su horizonte, incluyendo tapetes de yoga y canastas de actividades. “Mi objetivo final es tener un salón de alto funcionamiento con opciones para estar sentados o de pie que beneficien cada estilo y necesidad de aprendizaje de mis alumnos”.

Si bien todos están de acuerdo en que los asientos flexibles no son para todos los maestros o estudiantes, esta manera poco ortodoxa ha demostrado ser exitosa para estas educadoras. “En la escuela primaria, estábamos sentados en filas”, recuerda Corral. “¡Escribir en escritorios con un marcador, hablar en voz alta y sentarse al lado de tus amigos estaba totalmente prohibido!” El concepto de escuela y lo que hace que un salón de clases sea exitoso ha cambiado y para mejor. Como los educadores tienen ya carta abierta para pensar “fuera de la caja”, quién sabe lo que seguirá. El momento de los espacios colaborativos ya está aquí – lo que Vinson llama el efecto Starbucks.