Redacción: Erika Pedroza
Traducción al español: Dinorah Peña-Durán
Puede que los alumnos de 12° de la Preparatoria Nimitz se hayan graduado a principios de este mes. Pero un grupo de estudiantes de ingeniería de la escuela dejó una huella en su escuela, literalmente.
Los alumnos de la clase de ingeniería de Dwight Davison diseñaron y construyeron un gallinero para ponerlo al servicio de sus compañeros del programa de ciencias veterinarias. El corral, de 3 por 4 metros, albergará hasta 40 gallinas para que los estudiantes del programa de ciencias veterinarias las críen y vendan a la comunidad los huevos que produzcan.
“Siempre intentamos encontrar formas de hacer planes de estudios interdisciplinarios, pero no sabía qué esperar cuando presentamos esta idea a los alumnos de ingeniería”, dice Matt Florence, maestro de ciencias veterinarias en Nimitz. “Las preguntas que recibí de los alumnos me dejaron boquiabierto. Estaba claro que habían investigado. En ese momento, pensé: ‘Oh, vamos bien'”.
En su investigación, que empezó en el otoño pasado, los alumnos se pusieron en contacto con expertos y estudiaron a sus clientes: los pollos.
“Hemos aprendido mucho sobre las gallinas”, dice Alexis Carbajal, recién graduado de la Preparatoria Nimitz. “En general, no necesitan mucho espacio. Les gusta estar juntas. Se sienten cómodas”.
Los estudiantes inspeccionaron la zona donde se construiría el gallinero. A partir de ahí, idearon planos utilizando los programas informáticos AutoCAD, Inventor y Cura, así como el dibujo a mano, los bocetos y el proceso de diseño de ingeniería.
“Quiero estudiar ingeniería mecánica y diseño de piezas, así que diseñar el gallinero me enseñó lecciones y me hizo mejorar en Inventor, AutoCAD y modelado 3D”, dice Jason Escobar, que planificó la construcción y creó una lista de la compra de materiales para el proyecto. “No tenía experiencia previa, pero ahora sé cómo hacer algunas cosas que no sabía hacer”.
Una vez reunidos los materiales de construcción, los alumnos pusieron la primera piedra del proyecto en marzo. Tras un cambio de ubicación, los estudiantes se encargaron primero de nivelar el terreno.
“Como estaba en una zona inclinada, intentamos hacerlo lo más plano posible, lo que supuso cavar mucho”, dice Carbajal. “Hubo mucho trabajo de prueba y error cavando agujeros. Cavábamos un agujero para nivelarlo con otra parte, y luego lo revisábamos y no estaba nivelado. O esas dos partes estaban niveladas y la extra no”.
“También fue un reto porque cada vez que llovía, la tierra se desplazaba hacia atrás, y llovió mucho”, añade Adrian Barboza, diseñador jefe y capataz de la obra.
Una vez que los estudiantes terminaron la nivelación del proyecto, se embarcaron en la parte que más tiempo les llevó: la construcción de la base.
“Los cimientos son siempre lo más largo”, dice Barboza, que trabaja de obrero con su padre y disfruta con la carpintería.
Una vez colocados los cimientos, los alumnos continuaron con el entramado, añadiendo postes esquineros, construyendo zonas de anidamiento, colocando el tejado desplazado (que proporciona ventilación) y enmarcando la puerta. Debido al horario por bloques de la escuela y a la proximidad de la hora de la comida, los alumnos trabajaban en su proyecto durante una hora y media cada vez, a veces dejaban de comer..
“Los días que no íbamos a comer a la cafetería de la escuela, llevábamos nuestra propia comida”, dice Carbajal. “El primer día que estuvimos allí, el Sr. Davison nos preparó hamburguesas y hot dogs. En otra ocasión, Adrian nos trajo hamburguesas de atún. Fue una buena experiencia de unión. Todos trabajamos juntos y luego comimos juntos.
Después de un mes y medio, la construcción se dio oficialmente por terminada con la colocación de un cartel de “Gallinero” en la puerta del gallinero a mediados de mayo, y un montón de lecciones para todos los que participaron en el proyecto.
“Diré que una cosa que aprendí fue que nunca se revisa lo suficiente una medida”, dice Adrián Martínez. “Aunque eso signifique tomarte un poco más de tiempo, tal vez puedas evitar una situación. También practicamos mucho las habilidades de comunicación. Aunque sólo fuera atornillar un trozo de madera, tienes que ser muy específico sobre dónde y cómo”.
“Fue una gran experiencia de aprendizaje, desde el diseño hasta la construcción”, añade Carbajal. “Aprendimos a trabajar duro y a planificar. Pensábamos que lo teníamos todo planeado, pero una vez que lo estás construyendo, te dices: ‘oh, no habíamos tenido en cuenta esto’ o ‘¿cómo vamos a hacer esto ahora? Y lo que es más importante, este proyecto me enseñó a trabajar en equipo y a conseguir que los proyectos se hagan rápidamente dividiendo el trabajo y teniendo que trabajar todos juntos para construir un producto final.”
Aunque la fase de construcción está terminada, el proyecto dista mucho de estar finalizado.
“Ya tenemos un par de ideas más para el año que viene, para mejorar el gallinero que pusieron estos chicos”, dice Florence. “Añadir ventiladores con iluminación solar, recolección de agua de lluvia, molduras en las esquinas. Pero todo lo empezaron estos alumnos”.
“La gente siempre recordará cómo nuestra clase hizo esto”, añade Escobar. “Será el legado que dejemos”.
Otros alumnos que trabajaron en el proyecto son Harrison Nguyen, Emmanuel Paz, Eduardo Prado, Jesús Rodríguez, Noah Valdez y Anthony Chévez.