Redacción: Erika Pedroza

Traducción al español: Dinorah Peña-Durán

Para Gabriel Pérez Gines, alumno de último año de la Preparatoria MacArthur, sus experiencias en la preparatoria, las oportunidades que le esperan después de graduarse y las personas que lo han rodeado a través de todo son bendiciones.

Espera ansiosamente su próxima aventura en la Universidad de Texas en Austin -la universidad de sus sueños-, donde planea especializarse en neurociencia en la vía de pre-medicina. Espera ser algún día médico de familia. 

“Estoy muy emocionado. Llevo mucho tiempo queriendo hacer esto, e ir a la universidad de mis sueños es una bendición”, dice. “Me hace mucha ilusión conocer a gente nueva, encontrar un nuevo grupo y pasar a la siguiente página de mi vida”.

Pero antes de empezar su próximo capítulo, reflexiona sobre su tiempo como Cardenal y las bendiciones que recibió a lo largo de su experiencia en preparatoria.

“El último año me hizo darme cuenta de todas las cosas por las que estoy agradecido en esta escuela y que no aprecié en mi primero, segundo y tercer año”, dice. “Voy a extrañar los recuerdos, a mis amigos y a todos los maestros que tuve. El último año ha pasado muy deprisa, pero siento que al mismo tiempo he creado muchos buenos recuerdos”.

Pérez Gines fue capitán del equipo de tenis y el mejor jugador del equipo. Aunque solo jugó dos años, adquirió una valiosa experiencia y creó muchos de sus mejores recuerdos con amigos gracias a su participación en este deporte.

“Hay tantos buenos recuerdos, pero si tuviera que elegir uno, hay algo que se llama Clasificación Universal de Tenis (UTR). El mío es un 3, en una escala de 1 a 16.5. En el Torneo MacArthur que se celebró en el Hotel Four Seasons, jugué contra alguien que me doblaba en la clasificación y le gané por 8-6”, recuerda. “Es un jugador increíble. Me sorprendió mucho. Entré en el partido negativamente, sin la mentalidad adecuada, pero mi entrenador me orientó y me ayudó a salir de mis pensamientos negativos. Es el mejor tenis que he jugado nunca. Fue muy gratificante. Gané el cuarto lugar en ese torneo. Estaba muy orgulloso de mí mismo. Fue una gran victoria, sobre todo porque tenía a mi equipo observándome”.

Describe a sus compañeros de equipo de tenis como un grupo muy unido, motivado por un entrenador que les infunde ánimos. 

“Todos nos apoyamos. Somos el único equipo en los torneos que hace ruido y se grita para intentar motivarse mutuamente”, dice. “El tenis es un juego de caballeros, en el que se supone que hay que guardar silencio. Pero nosotros nos saltamos un poco las reglas. Somos muy apasionados y nos apoyamos totalmente. Somos los mayores animadores el uno del otro. Cuando podemos vernos, estamos allí, en primera fila. Y nuestro entrenador (Matthew Matus) está ahí mismo, ayudándonos a ponernos bien mentalmente para que podamos concentrarnos en el partido de tenis y jugar lo mejor que podamos.”

Además del tenis, Gabriel participa en la escuela como miembro del consejo estudiantil y senador de la clase de último año.

“No solo tengo el cargo de ayudar a planificar los eventos de la generación por graduarse, sino que también es una gran oportunidad para establecer contactos y hacer amigos”, dice. “Sin esta participación, no habría estado tan conectado ni tendría la red de amigos que tengo. Sinceramente, es una bendición”.

En concreto, destaca la influencia de la consejera estudiantil Emily Towler.

“Es una persona a la que es fácil admirar”, dice. “Su ética de trabajo y la forma en que hace todas estas cosas a la vez por esta escuela son admirables. Dirige a los oficiales de la clase de 12° año, el consejo estudiantil, se ocupa de los eventos de animación, el desayuno de los alumnos de último año, se ocupa de tantas cosas. Es un espectáculo verla trabajar, y siempre lo hace de maravilla. Formar parte de eso con ella me motiva a seguir esforzándome, a seguir luchando por lo que quiero”.

Pérez Gines también se ha inscrito en un riguroso programa académico cada año desde el comienzo de su carrera en la escuela preparatoria, una decisión que, según dice, marcó la trayectoria de su éxito.

“Estoy muy contento de haberme enfocado en mi primer y segundo año”, dice. “No tenía ni idea de lo que me esperaba. Pero mis padres me mantuvieron firme y me enseñaron a centrarme siempre primero en lo académico, y eso es lo que me ha llevado a esta oportunidad.”

Ahora piensa aprovechar al máximo las oportunidades que se le presenten en la Universidad de Texas en Austin, donde compartirá habitación con su hermano adoptivo, Omar Carrasco, que cursa el último año en el Instituto Trinity de Euless.

“Iremos juntos a la Universidad de Texas, compartiremos habitación, nos especializaremos en lo mismo y va a ser increíble”, dice. “Estoy muy ilusionado”.

A lo largo de todos estos años, se siente impulsado por una persona: su madre, Carmen Pérez, que emigró a Texas desde Puerto Rico cuando tenía 23 años sin saber nada de inglés. 

“Sin saber una palabra de inglés, se dedicó a las ventas, se esforzó al máximo y le fue increíble”, dice. “Sin sus sacrificios, estaríamos en una provincia que no está en la mejor de las situaciones. Y lo hizo todo por mis oportunidades y también por su éxito. La forma en que se mantiene centrada y supera las adversidades es realmente admirable. Ella me ha convertido en la persona que soy hoy. Todo lo que soy y lo que llegaré a ser se lo debo a ella”.