Redacción: Justine Huddleston

Traducción al español: Dinorah Peña-Durán

 A punto de graduarse en la Preparatoria Nimitz, Zaylin Washington se dirige a California con una beca de fútbol americano. Su camino no ha sido nada fácil: su infancia estuvo marcada por la inestabilidad, la separación de sus hermanos, el deambular de un familiar a otro, la estancia en hogares de acogida y un breve periodo sin hogar.  

Recuerda una época en la que era muy joven y vivía con un primo mayor, al que todas las noches le decía: “Buenas noches, te quiero”. Una noche preguntó: “¿Qué es eso? No sé lo que significa”. Tras algunas batallas por la custodia, Washington acabó yéndose a vivir con una tía y empezó a ir a la Escuela Primaria Schulze, donde encontró algo de consuelo en la escuela.

“Pero no sabía lo que era el amor, así que no era realmente el mejor niño de la escuela y metía mucho la pata… solo buscaba la atención de cualquiera para que se diera cuenta de que estaba aquí”, comparte Zaylin. Aunque a veces los otros niños lo molestaban por tener ropa vieja, sus maestros se dieron cuenta de que en casa pasaba algo más y llamaron a los Servicios de Protección de Menores (CPS, por sus siglas en inglés). Con el tiempo, lo metieron en el sistema de hogares de acogida (foster care) y, más tarde, su padre lo trasladó a otro hogar con problemas.

Las cosas parecieron mejorar durante unos años y, en 7º grado, se incorporó al equipo de fútbol americano de la Secundaria Bowie, donde empezó a ganarse el respeto por su talento y habilidad en el campo y sus compañeros se convirtieron en una hermandad. 

“El futbol era una forma de expresar mis emociones y era una buena válvula de escape… todo se quedaba en silencio cuando me ponía el casco”, dice Zaylin. “Era bueno saber que había gente que me apoyaba”.

Cuando el joven Washington ingresó en la Preparatoria Nimitz como estudiante de primer año, los problemas en casa empeoraron. Aún así, siguió jugando al fútbol como su tabla de salvación, destacando en el campo y encontrando su equilibrio en el aula. Un amigo cercano y compañero de equipo le invitó a asistir a un grupo de jóvenes y empezó a descubrir su fe y a encontrar una nueva familia en la iglesia.

Un día, en su segundo año, llegó a casa y descubrió todas sus pertenencias en el jardín delantero y le dijeron que ya no era bienvenido allí. Sintiendo que ya no tenía a quién recurrir, vivió con su mochila a cuestas durante dos agotadoras semanas y no se lo dijo a nadie. Varios entrenadores y maestros se dieron cuenta y le preguntaron si todo iba bien, pero Zaylin prefirió ocultar su situación porque no quería que los demás se preocuparan. Intuyendo la verdad, el pastor de su grupo juvenil, Jack, le hizo la pregunta sin rodeos, preguntándole dónde vivía. Cuando Washington dijo que no tenía casa, el pastor Jack replicó: “Bueno, ahora tienes una”.

Desde entonces, la vida de Washington se ha transformado por completo. Se convirtió en un líder tanto dentro como fuera del campo, siendo mentor de niños más jóvenes en viajes misioneros y dejando su huella en el equipo de fútbol americano de Nimitz. Llamó la atención del Feather River College, donde asistirá a la universidad con una beca de fútbol. Planea especializarse en kinesiología para seguir en contacto con su amor por el deporte y también para conectar y ayudar a otros jugadores. Washington sueña con abrir algún día su propio centro deportivo donde pueda proporcionar alivio a niños de todas las clases sociales. 

La historia de Zaylin Washington es un testimonio del poder de la resiliencia, de encontrar a la familia elegida, de la fe y de la compasión de la comunidad. ¡Estamos impacientes por ver adónde le llevará su viaje de estudios después de la preparatoria y más allá!